miércoles, 16 de diciembre de 2009

Acelerando...

No me digas que nunca aceleraste cuando un coche iba a adelantarte, porque de ser así, no duraremos demasiado... Sin más en lo demás, ando perdido en las alturas.

martes, 20 de octubre de 2009

Agachando la cabeza

Sin rumbo, cada vez más lejos del rastro que dejaban mis ideas de nuevo Bob Dylan, continúo agachando la cabeza. Peligra, además, la integridad: Descubres que cada día se te da mejor mentirte. Y por eso aún agachas más la cabeza. Miras el reloj y descubres que has echado a perder tu planificación de los dos próximos días. Y sólo por eso, aachas un poco más la cabeza. Sugieres con optimismo a los demás que persigan sus sueños. Y al darte cuenta de la antítesis que supone con los tuyos, agachas un poco más la cabeza.

Sé positivo, el día que vayan a partirte la cara, es muy probable que ni siquiera la puedan encontrar a este lado del horizonte.

domingo, 18 de octubre de 2009

A vueltas con los focos

A veces nos negamos a admitir las derrotas, incluso aquellos que hacemos de la derrota y el fracaso un ideal de vida. Vagamos por ahi con la sensación de que todo lo corriente, cada pequeño acto, será una nueva decepción que añadir a nuestro baúl una vez que acabe al día. Nos creemos animales inadaptados ante las convenciones más formales. Pero hay algo que no soportamos: perder en algo que consideramos nuestro campo de batalla, nuestra identidad. Estoy seguro de que Sabina no se toma en serio las críticas de los que afirman que no sabe cantar. Él mismo no tiene reparos en admitir esa derrota que supone su voz gastada por excesos y defectos. Pero si algún día Sabina se encontrara de frente con la verdad, y la verdad le dijera que nada de lo que ha escrito vale diez centavos, sufriría una crisis de ego realmente seria. Porque es esa virtud la que condona la deuda de sus mil y un defectos. Porque tiene una parte de sí que es, sencillamente, intocable.

Yo he buscado en ciertas excusas la razón de mis pequeños fracasos. He explicado algunos, he justificado otros, y a la mayoría los he calificado de inevitables para conseguir llegar al final del camino en plenitud y con la lucidez necesaria. No he tenido problema en decir que en seis o siete millones de cosas me cambiaría por uno u otro. Me he arepentido de muchos de mis actos. He saboreado más veces la hiel y la cal que ningún manjar, aún a riesgo de envenenarme con alguno. Pero se me va acabando el tiempo, y con él la esencia de credibilidad, para encontrar razones por las que no me ilumina el foco. Caí de forma peligrosa en la rutina de repetir esquemas: Aposté por dejar caer al mar meses de creación, confiado en demostrar que todo lo anterior era inmejorable. ¿Quién podría tumbar mi verdad intocable?

Pero el foco no llega. Y Sabina últimamente no escribe nada decente. No es por nada Sabina, pero a los dos nos cerca el peligro. Yo empiezo a dudar de todo. Y cuando digo de todo no digo de ese todo en el que no me importaba salir derrotado por goleada. Mientras tanto, retomo enfoques inacabados y me hierve algo más de escritura desenfocada.

sábado, 29 de agosto de 2009

Sin la suma suficiente de delirio...

"Lo peor es que te preguntas de dónde vas a sacar bastantes fuerzas la mañana siguiente para seguir haciendo lo que has hecho la víspera y desde hace ya tanto tiempo, de dónde vas a sacar fuerzas para ese trajinar absurdo, para esos mil proyectos que nunca salen bien, esos intentos por salir de la necesidad agobiante, intentos siempre abortados, y todo ello para acabar convenciéndote una vez más de que el destino es invencible, de que hay que volver a caer al pie de la muralla, todas las noches, con la angustia del día siguiente, cada vez más precario, más sórdido.

Es la edad también que se acerca tal vez, traidora, y nos amenaza con lo peor. Ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar la vida: ahí está. Toda la juventud ha ido a morir al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y adónde ir, fuera, decidme, cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio? La verdad es una agonía ya interminable. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca me he podido matar.

Conque lo mejor era salir a la calle, pequeño suicidio. Cada cual tiene sus modestos dones, su método para conquistar el sueño y jalar. Tenía que dormir para recuperar fuerzas suficientes a fin de ganarme el cocido al día siguiente. Recuperar la energía suficiente para encontrar un currelo mañana y atravesar enseguida, entretanto, el oscuro túnel del sueño. No hay que creer que sea fácil dormirse, una vez que se ha puesto uno a dudar de todo."

Louis Ferdinand Auguste Destouches, más conocido como Luis-Ferdinand Céline.
Viaje al fin de la noche, 1932, Obra Maestra.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cambios de rumbo imprevistos

A veces hay historias absurdas que ilustran más que filosofías unánimemente veneradas. No será este el caso. Pero no puedo dejar de relatarles esta historia. De recordar cómo hace un tiempo se presentó ante mí, y ante un auditorio de respetables dimensiones, una persona que poco podía decir sobre el tema que nos ocupaba. Lucía insignias ganadas en combates muy ajenos a los que nos ocupaban al resto. En resumidas cuentas, desconocía cómo podría haber llegado aquí, pero no por la distancia recorrida, sino por el sentido del camino elegido.

Incapaz de confiar en nadie, dudo que a un habitual le sorprendiera que yo esperara una lección magistral del apoderado. Más bien retozaba inquieto con cada tintineo de las agujas nerviosas de mi Tag Heuer, esperando el segundo justo en que no me pareciera injusto clavarle los puñales de la crítica. Tan sólo una hora después, sin embargo, tuve que torcer el gesto y admitir que no tuve tan claro haber perdido el tiempo. Sólo esta noche puedo confirmar que no lo hice: Acorralado por las circunstancias, ilegitimado por mis actos volátiles, desequilibrando la balanza entre lo correcto y lo incorrecto, me he acordado de cierta parte del discurso de aquel tecnólogo de andares firmes y frases de aspecto bélico. Su secreto no fue solventar su falta de conocimiento en la materia con un derroche de frases enciclopédicas. Fue, tan sólo, tener el atrevimiento de desviarse en un punto del camino, y la valentía para mostrarnos una dosis de filosofía vital que él había extraído de una canción de Fito. Sumergido, pero radiante, he encontrado el recuerdo esta noche. Ni siquiera me planteo si realmente supuso en él tal efecto cómo para incluirlo en su Power Point o simplemente era un recurso coporativo para empatizar con las grandes audiencias porque no está su debate encima de la mesa. Sólo sé que era un hombre convencido, al que nadie pudo reprocharle hablar de algo que no dominaba. Si todo partía en una canción de Fito, entonces tenía intacto su derecho a llegar a cualquier sitio, a cualquier idea, a cualquier conocimiento inviolable. Más aún: Si ha llegado al rescate esta noche, años después de escucharle, ¿quién se atrevería a juzgar lo efectivo de su ponencia? Su decisión salvó, al menos ante mis ojos, el resto del discurso. Y ante el ataque del lector, me sublevo: No me dejo vencer por la filosofía barata de una canción, triturada millones de veces en las radios más comerciales. El triunfo supone introducir un tema que no era el suyo, ni el mío, ni el de la conferencia, ni el esperado, ni uno de los permitidos, como método de enfocar el asunto. Nadie aseguró nunca que lo que ilumina el foco deba contener todos los elementos del juego, que no haya nada a la sombra.

Sabrá el lector tan bien como el autor que la canción aquí carece de importancia, pero es a grandes rasgos el único homenaje posible a la conferencia y a quién la dio voz:
He aprendido en esta vida de lo bueno y de lo malo.
Me he elevado por el cielo y me he arrastrado por el barro.
Más de treinta y cinco años y doscientos diez defectos.
Y he tocado la locura con la punta de los dedos.

Voy mirándome en los charcos,
yo no necesito espejos.
Sé que soy mucho más guapo
cuando no me siento feo

Nunca me han interesado ni el poder ni la fortuna.
Lo que admiro son las flores que crecen en la basura
¿Dónde se han quedado tus sueños? Tienes el alma desnuda.
Después de romper la ola, sólo nos quedó la espuma.

Feo. Fito y Fitipaldis. (Link: http://www.youtube.com/watch?v=ahq_JgGr1cg)
Sospecho que hace tiempo alguien contrató los servicios de un profesional que pasea justo detrás de mi, a una distancia mínima, pisando mis huellas, para hacerlas más visibles. Pero no me importa, yo me siento fuerte. Porque en este momento en que no puedo darte explicaciones enriquecedoras sobre el problema que tenemos entre manos, he entendido lo que sí puedo hacer: Salirme del camino, para escuchar a Fito y a tantos otros, esperando encontrar otras respuestas. Elevar la cabeza, contentándome con mi experiencia actual. Demostrar al mundo que no necesito saber de peces para pescarlos. Que con disfrutar de los cuentos puedo adentrarme en las mayores contiendas. Es lo que tiene, supongo, aprender de lo bueno y de lo malo, elevarse por el cielo y arrastrase por el barro, más de treinta y cinco años. Esta noche voy a jugar al poker, voy a leer a Stendhal y voy a ver thrillers imposibles, para mañana construir soluciones. Como Churchill (i)...

Sino lo tienes claro, sólo debes continuar a la siguiente diapositiva. Pero no me juzgues entonces cuando caiga, unas cuantas veces, por no conocer los caminos.


(i)
(Según un diálogo de la conocida serie Lost, extraido de http://www.frikania.com/?p=353:

Jack Sheppard: So where do we go from here?
James “Sawyer” Ford: I’m working on it.
Jack Sheppard: Really? Because it looked to me like you were reading a book.
James “Sawyer” Ford: I heard once Winston Churchill read a book every night, even during the Blitz. He said it made him think better. It’s how I like to run things. I think. I’m sure that doesn’t mean that much to you, ’cause back when you were calling the shots, you pretty much just reacted. See, you didn’t think, Jack, and as I recall, a lot of people ended up dead.


)

lunes, 20 de julio de 2009

Los límites del 'Alemán': No se olvide...

La divina empatía (quizá más satisfacción, aunque todos nos sentimos algo representados por los mejores valores de la humanidad) que se siente con un personaje referencia, ese que entre nuestros semejantes se atreve a dejarse la vida para romper los límites bien vale la reproducción de este artículo de largo recorrido, con casi dos años a sus espaldas cuando escribo estas líneas.

Cuando Gabriel Heinze (Argentina, 1978) suba al estrado en la presentación oficial del Bernabéu, como último eslabón del proyecto de Ramón Calderón hacia lo que el presidente llama "la excelencia en el juego", recordará las palabras del conspicuo Jorge Bernardo Griffa Monferoni. Por debajo de la pompa protocolar, el precio de su fichaje (12,5 millones de euros) y su nuevo sueldo de figura (dos millones limpios), en el cerebro de Henize retumbarán las palabras que lo acompañan desde una noche tensa de 1997. La noche en que recibió una llamada en su habitación de la concentración del Newell's.

Mario Zanabria, su entrenador, le había dicho que se preparara para debutar en Primera. Estaba intentando descansar cuando la campana del teléfono interrumpió su duermevela. Su compañero de cuarto, el ex madridista Ricardo Rocha, levantó el auricular pensando que nadie querría hablar con el jovencito pueblerino que dormía en la otra cama. Se equivocó. "Es para vos, Alemán", le dijo, llamándole por su apodo.

Heinze reconoció la voz inapelable del director de la cantera del Newell's. Era Griffa, que apuntó al corazón: "Alemán, lo felicito porque mañana va a debutar en Primera. Pero nunca se olvide de una cosa: no se complique con la pelota. Porque usted no sabe jugar al fútbol".

Heinze debutó como lateral izquierdo. No le fue mal. Los delanteros del campeonato argentino comprobaron en sus carnes las dificultades de atacar por donde campaba el rubio de Newell's. No sabía conducir el balón, ni tenía buen pie, ni era un pasador destacado. Sus centros eran apenas normales, en las raras ocasiones en que alcanzaba el campo contrario. Pero tenía algo. Algo relacionado con el fuego competitivo. Sabedor de sus enormes limitaciones, Heinze disfrutaba de cada minuto que transcurría en la cancha. Su amor por el oficio era tan grande que defendía a su portero como si fuera su madre. En unos meses con el Newell's se ganó fama de hostigador. De sabueso.

Ramón Martínez recomendó su fichaje al Valladolid en 1998. Entonces, un año después de recibir la primera llamada de Griffa, el chaval recibió la segunda. El viejo técnico -toda una eminencia en el fútbol argentino- no alteró el discurso. "Alemán", le dijo, "lo felicito por su pase a España. Pero no olvide que usted no sabe jugar al fútbol".

Heinze se embarcó hacia Europa con su equipaje y con las palabras de Griffa como patrimonio. Jugó en el Valladolid, sin demasiado éxito, en el Sporting, el Paris Saint Germain, y el Manchester. Él mismo suele autoparodiarse cada vez que recuerda las llamadas de Griffa. Se lo toma con humor.

Fiel a su costumbre, el técnico le sorprendió cuando supo que había entrado en la convocatoria de la selección por primera vez. Al oír la voz, Heinze supo quién era. "Lo felicito por su convocatoria con Argentina", le dijo; "pero no se olvide que usted no sabe jugar al fútbol".

Heinze se abrió paso trabando la mandíbula. Ganó un puñado de títulos: el oro olímpico en Atenas, la Liga inglesa de 2003 y 2007, una Copa de la FA y una Copa de la Liga inglesa. En 2002, alucinados por su fútbol febril, los socios del Manchester no repararon en las limitaciones de El Alemán cuando le votaron mejor jugador del año.

El Madrid le brindó a Heinze una ocasión dorada de librarse del clima opresivo de Old Trafford. El argentino no atravesaba su mejor momento futbolístico. Además, litigaba con Alex Ferguson, su director técnico, y la federación inglesa le había prohibido fichar por el Liverpool. Advertido de sanción, el club que dirige Rafa Benítez no pudo pagar la cláusula de rescisión de diez millones de euros. Lo hizo el Madrid, que, como siempre, superó el precio de mercado. El Madrid puso 12,5 millones y Heinze firmó por cuatro años.

Es la antítesis de Robben. Tampoco se parece a Roberto Carlos, el hombre al que debe reemplazar. Es Heinze. Y Griffa siempre le dijo la verdad.

Los límites del alemán, El País, 23/08/2009. Diego Torres, mostrando la más pura pasión argentina al servicio de El País (y generalmente de la actualidad madridista) durante unas cuantas temporadas ya.

miércoles, 15 de julio de 2009

De batalla en batalla

Era una guerra tan difícil de ganar, que era imposible. Ni siquiera sabía quién era su enemigo. No recibía noticias de donde se producirían los ataques, ni a quien afectarían: por eso, de hecho, la ausencia de noticias ni siquiera podía convertirse en una señal de alivio. Dormía siempre con un ojo abierto, si es que a eso podía llamársele dormir. Y sin embargo, combatió durante toda su vida convencido de su propósito, con una actitud encomiable, enterrando todos y cada uno de los obstáculos que se encontró por el camino. Incluso aquellas ayudas que confundió con obstáculos, dejando claro que era insobornable. Creo que era un héroe. O al menos, yo estoy seguro de ello.

domingo, 24 de mayo de 2009

Elecciones individuales, conclusiones colectivas..

Resultaría demasiado descorazonador (e infinitamente presuntuoso) presentarse en este espacio a demostrar que los principios que rigen este mundo son erróneos: Pero tal es la libertad que proporciona esta identidad múltiple, la consciente intimidad a prueba de equivocaciones y el convencimiento irracional sobre esta idea que no puedo impedir intentarlo.

Se me vienen a la mente, en primer lugar, las reacciones ideales entre elementos químicos que complementaban mis relaciones adolescentes en el instituto. Esas aulas monótonas, donde un espigado científico loco nos contaba aquellas reacciones: Fórmulas rigurosas donde los elementos se transformaban de alguna misteriosa forma para convertirse, al otro lado de la flecha, en compuestos con formas diferentes. Posteriormente todo era cuestión de números para igualar los datos a un lado y a otro, quedando únicamente para la discusión el número de atomos o unidades cúbicas necesarias para obtener, por ejemplo, tres moles de agua. Banal discusión ya, pensaba entonces y pienso ahora. Lo que nunca vi, y creo que tampoco lo hizo ninguno de mis compañeros, es que el oxígeno diatómico, mezclado con un compuesto de azufre, diera como resultado un compuesto repleto de nitrógeno, flúor, cadmio o plata. Era impensable que la transformación fuera más allá, y que un elemento que no estuviera a un lado de la fórmula apareciera al otro. ¿Quién tenía poder para construir una receta asombrosa como esa? Pues en el mundo químico que me explicaron, nadie, porque así debían funcionar las cosas.

Sé que estoy perdido desde que hice referencia a reacciones ideales: Supongo que la paradoja ya fue ideada y ante ello le dieron este nombre distinguido. Pero no por ello pierdo la oportunidad de declarar la guerra a un principio tan descabellado: El que los actos realizados en un entorno cerrado y elegido, afecten al resto de individuos, incluso con circunstancias y componentes que nunca estuvieron en la fórmula. La teórica dependencia entre las precondiciones y los participantes iniciales se esfuma al comprobar los resultados.

¿A dónde vamos, pues? A un lugar en el que mis actos te afectarán sobremanera, eso seguro. A una encrucijada donde mi sentido de la libertad estará retringido por el temor a herirte. A decir lo contrario de lo que pienso, y aún así fallar tanto en lo que digo como en lo que pienso. A un campo de minas donde lo más doloroso será saber que yo mismo las enterré, pero no puedo decirte donde están porque apenas me queda un hilo ténue de voz con el que expresarme. Y yo me rebelo ante esto, con un gesto rabioso de rebeldía individual, enfrentándome a la inmensidad del universo. Y tú me recuerdas, con inmerecida y dulce amabilidad, que incluso ésta elección individual de rebeldía tendrá consecuencias colectivas. Y cuando me doy cuenta lloramos juntos por ello.

lunes, 27 de abril de 2009

Buscando toses de las que quieren y pueden...

Sabía que le hacía daño respirar, pero no podía dejar de hacerlo. Asfixiado y abatido, no duraba más que unos segundos cuando trataba de buscar alivio expulsando el aire de sí mismo. Se decía sollozando: No puedo, no puedo... ¡No puedo! Y cada vez que repetía puedo lo hacía con más fuerza, escupiendo el puedo sobre el quiero, como si se refiriera a algún momento pasado donde mintiera sobre lo que no podía hacer.

Afortunadamente no todas las veces era así de duro: Ni siquiera era algo estrictamente temporal. Por supuesto que al inicio de su enfermedad, cuando de sus toses no salía sangre ni de sus manos un calor abrasivo, las cosas fueron mucho más fáciles de llevar. Pero actualmente no estaba en su peor momento, y si bien se encontraba en una mala racha, sabía que con el paso de los minutos las sensaciones mejorarían, podría incluso vivir y no solo sobrevivir. Podría dejar de decir que no podía.

Pero se acercaba un momento más terrible todavía: El instante en que con una hemorragia de sangre invisible, hecha más de lágrimas que de glóbulos rojos, dijera que no quería. Solo un golpe de suerte, no merecido por otra parte, podría cambiar este presentimiento. Un golpe de autoridad...

domingo, 29 de marzo de 2009

Si tú te vas no seas buena ni conmigo tan siquiera

Recordando grandes canciones... autores como Paco Bello y sus mil identidades (Nauta, Doctor grillo) merecen unos minutos de reconocimiento. Por los que no pueden dormir del todo cuando esperan, ahi les dejo canción, vídeo y letra de Te espero a duermevela.

He traído la llave
de una puerta secreta,
una puerta de aire
que la luz colorea.

En un dulce silencio
tú me das tu mirada
yo me pongo en medio
de tu cuerpo y mi espalda.

Si tú te vas
ninguna guerra,
ninguna paz
merecerá la pena.

Si tú te vas,
no seas buena,
con nadie más,
ni conmigo tan siquiera.

A dónde vas,
amor no temas,
me bajo al mar
a mirar estrellas

A dónde vas,
sin tu linterna,
Llévatela,
te espero a duermevela...
te espero a duermevela...
te espero a duermevela.

Al final de tu cuello
aparece un camino
que se lleva en un sueño
a este niño perdido.

El tiempo cae como un rayo
y ya somos dos viejos
ven que tengo un abrazo
donde no llega el trueno.

Si tú te vas
ninguna guerra,
ninguna paz
merecerá la pena.

Si tú te vas,
no seas buena,
con nadie más,
ni conmigo tan siquiera.

A dónde vas,
amor no temas,
me bajo al mar
a mirar estrellas

A dónde vas,
sin tu linterna,
Llévatela,
te espero a duermevela...

Paco Bello. Te espero a duermevela.

Canción en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=-LnuaYKv-10

viernes, 27 de marzo de 2009

Cuestión de mariposas..

Siendo realistas, no queda mucho por inventar en el terreno de las ideas y los teoremas. Si ya pasamos al terreno de las ideas, tanto peor: unas recuerdan irremediablemente a otras, es inevitable. Pero obviando la imposible originalidad, me ha gustado cruzarme esta semana con el efecto mariposa. Sí, ese fantástico fenómeno que afirma que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema natural, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes. El nombre proviene de su versión más poética, la definición de un antiguo proverbio chino que decía que el aleteo de las alas de una mariposa puede generar un temporal al otro lado del mundo. Aún no me acostumbro al vértigo que supone reflexionar sobre ello, aunque sea para dudar sólo un instante de su certeza. Porque si es así, debo confesarles que muchos de los temporales futuros podrán deberse al movimiento de mariposas en mi estómago últimamente (terriblemente insensato, ¿y qué?).

Así acaba la semana de dudas sin solución: Opciones que no ejerzo, futuros que no existen, temporales terrenales que, sin embargo, no me parecen menores que la peor de las tormentas, y caprichos que me alejan de la senda marcada. Pero con la esperanza de que en los últimos rincones de oriente, o de occidente, o de New Jersey, surjan cada día efluvios de infinitas representaciones del efecto mariposa que me trastoquen los planes.

domingo, 15 de marzo de 2009

Paradojas felinas..

Hay momentos en los que uno debe responder preguntas comprometidas. Puede dejarlas pasar un tiempo, pero siempre vuelven, cada vez de forma más frecuente y cada vez de forma más impertinente, hasta que no pueden respetar más el silencio y te exigen una respuesta sincera. Porque a estas alturas ya sospecho que el truco de no contestar nunca de forma sincera no sirve eternamente, no voy a esperar más.

Pregunta 347: Si tuvieras que convertirte en un gato o en un perro, ¿qué elegirías? Caramba, difícil decisión. Entre otras cosas dependería del tipo de gato y del tipo de perro. Sé que no querría ser un chiwawa o un yorkshire, eso seguro. Pero siempre he visto, desde fuera, un lado de divinidad asociado a los gatos que provoca que me los imagine más como cantantes de pop, y un sentimiento de realidad en los perros que me identifica más plenamente, como si los silencios de un perro fueran los momentos de reflexión de un filósofo en medio del transitar de su vida. ¿Qué decidir, pues? Tal vez, que lo más propio para mí sería ese gato que siempre se cruza conmigo en la calle, cuando salgo a buscar mi autobús, y que me mira tan fijamente como rápido huye en cuanto quiero acercarme o darle de comer. Sin excepción, siempre escapa, siempre se mantiene al margen. Su mirada persistente muestra su obsesión por aprender de un mundo del que, sin embargo, no quiere formar parte como muestra su eterna huída. ¿O será que no se atreve a formar parte de ello, y sólo sería un problema de miedos? Más que nunca, elegiría ser ese gato para conocer alguna respuesta.

sábado, 14 de marzo de 2009

Soñando sin billete...

Me figuro que los grafólogos serán personas de lo más minuciosas: Tienen que analizar cada matiz de tu escritura, cuando no solo de tu firma, para conseguir una descripción exacta sobre tus miedos, tus deseos y todo lo que rodee a tu personalidad inherente. Ambicioso objetivo que merece mi admiración, supongo, si es que alguno puede acertar. Este pensamiento, por otra parte sin mayor importancia, ha llegado a mí acompañado de otro pensamiento, quizá incluso con menor importancia (salvo que usted sea grafólogo), que era el temor de que los grafólogos, con cada vez más textos escritos por ordenador, se queden sin trabajo.
Perdonen mi poca concentración hoy y mis ganas de dar vueltas, porque ninguno de estos dos pensamientos muestran el motivo por el que ha llegado la figura del grafólogo a estas páginas. La razón, tendría que explicarles, se ha fraguado segundos después de decidir el título de esta entrada, al darme cuenta de que seguramente ningún grafólogo que se preciara admitiría el título de esta entrada como obra de Viktor Faccuy. Dirían, con mucha razón, que este título no se ajusta con el resto, que no sigue la estética general, y que este título solo puede ser obra de un adolescente enamorado replicando algún fragmento de canción pop-rock reciente. Y yo les diría que efectivamente. No que efectivamente me haya convertido en un adolescente enamorado, por supuesto (disculpen también la indolencia con los enamorados, son vicios del pasado), pero sí diría que estoy en búsqueda de nuevas metáforas, y en esa búsqueda me he concedido permiso para inundarme de vitalismo, optimismo, e incluso para poder vivir un derroche de buenos sentimientos y una cuota alta de deliciosa cursilería. Voy a intentar soñar, aunque sea para concluir que los sueños no tengan sentido. Y voy a hacerlo sin billete y sin licencia, porque estás páginas no nacieron para tan nobles objetivos.
Sólo queda una disposición futura: Hace muchos años elegí unos principios, en los que basé una existencia; ahora debo descubrir que habría pasado de elegir otros principios, y vivir aunque sea en la imaginación el resto de existencias olvidadas. Eventualmente, y con mayor fuerza, las que considerara más absurdas. Aunque en el fondo, si lo pienso bien, sólo me faltó soñar, y nunca fue por falta de ganas, si acaso por pereza intelectual. Pero nunca he ido con billete por la vida. Así que ya les explicaré lo que descubro por el camino, pero sospecho que incluso mi vena vitalista se parecerá demasiado a mi existencia basada en el absurdo.

martes, 10 de marzo de 2009

Dos tipos de novelas

Nadie pareció sobrecogerse demasiado ante su afirmación, como si fuera algo que hubiera estado presente desde siempre en la vida de todos los escritores que estaban en el café aunque no lo hubieran advertido hasta entonces. Viktor Faccuy ya casi salía del local, pero pudo escuchar nítidamente del anticuario Rubiera-Matos las palabras que le entretendrían durante el camino de vuelta a casa: "En la vida existen dos tipos de novelas, las que suceden en París, y el resto. Y las más grandes siempre han pertenecido a las del primer tipo".

domingo, 1 de marzo de 2009

Una vida suficientemente desgarrada...


"Era ese ser diferente que se espera que sea un escritor, cuya vida tiene que ser lo suficientemente desgarrada como para que le creamos cuando nos habla de las pasiones humanas. Su pobreza, su ceguera. Sawa parece un ser recién salido de los huracanes del alma dispuesto a contarnos lo que ha visto."

Magnífico artículo de Clara Sánchez, escondido en la parte baja de una página casi invisible de El País de este domingo, sobre Alejandro Sawa. Tal vez lo menos reseñable sea el título del artículo, que aunque real serviría para otros cientos de miles de relatos, pero creo que el resto del artículo se merecía el reconocimiento de Viktor Faccuy.

Artículo completo: Un perdedor en Madrid, por Clara Sánchez.

sábado, 28 de febrero de 2009

Devolviendo el orden al mundo...

Sucede que a veces, como empieza una fantástica canción de Ismael Serrano, uno se cuestiona si el orden del mundo tiene algún sentido, cuando la pregunta no es directamente si existirá algún orden. A continuación vienen más preguntas sobre asuntos imposibles, hasta que llega un momento en que uno no se conforma con menos que cambiar el mundo. Coincidió, tiempo atrás y en mi persona, uno de esos arrebatos de revolución con la lectura de una de las más fantásticas novelas del siglo XIX. Sentí un cierto sentimiento de pánico al cerrar su segundo y último tomo: Me planteaba cuantas personas jamás leerían una sola de las fantásticas frases que yo no podía dejar de admirar. Personajes fabulosamente trazados, un ritmo milimétricamente exacto, un estilo inigualable, ocultos para el resto de la comunidad hasta el fin de los tiempos. ¿Cómo podía ser esto posible? Lo normal sería que cada día tuviéramos un fragmento distinto en el periódico, hasta que nadie se hubiera perdido la oportunidad de valorar el trabajo de tan genial maestro.

Tuve que cambiar el mundo: Convencido de que mis sensaciones no podían ser únicas, recuperé un fragmento fantástico de la obra y conseguí compactarlo hasta poder transmitir la esencia de la novela en un párrado. Un párrafo que, inexplicablemente, no existía en internet. Ningún byte recogía la perfección de esas lineas. ¿Qué mundo era éste que enterraba en el abismo el mejor párrafo leído en mi humilde existencia? Así que decidí esparcirlo entre las tuberías de este ciberespacio, cuna de todo tipo de proyectos, también los más idealistas. El fragmento figuraba segundos después en Wikiquote (una versión reducida de Wikipedia, dedicada a las citas y fragmentos), y me senté a esperar. Pasaron los días y los meses. Pasaron incluso un par de años. Y durante ese tiempo, yo no hice más que confiar en que el mundo cambiara.

Y cambió. Hoy numerosos blogs recogen alguna frase de dicho párrafo, cuando no el párrafo entero. Hoy muchas personas se han refugiado en esas lineas para dar significado a sus vivencias. Para vivir más allá entre las lineas de una obra sin parangón. Hoy siento que he ganado una batalla. O más bien, que he devuelto un favor: el que hizo a mi humilde carrera de escritor haber leído Crimen y Castigo. Gracias, Fiejdor.

viernes, 13 de febrero de 2009

And that's it

No te esfuerces en cambiar las cosas por salvaguardar la lógica. Jamás encontrarás un orden a estas frases, ni a tantas otras. Dejaste de escribir cuando era el momento; más tarde te pusiste a hacerlo cuando sabías (¿lo sabría también ella?) que era tarde. Y acabaste titulando un fragmento sin apenas sentido con un título que sería en el mejor de los casos tildado de incoherente. ¿En inglés? What are you thinking about? Está claro que utilizas la potestad de moverte en el tiempo, pero sin reparar en las consecuencias acabarás perdido. Porque las consecuencias no se esconderán como los motivos por los que dejaste de escribir esa noche, no la última, sí reciente: Te has equivocado y debes desandar lo andado. Porque sino habrás perdido, quizá para siempre, el motivo por el cual escribías. Y al menos en este momento no queda sitio entre tus motivos de redención para una derrota como ésta.