lunes, 20 de julio de 2009

Los límites del 'Alemán': No se olvide...

La divina empatía (quizá más satisfacción, aunque todos nos sentimos algo representados por los mejores valores de la humanidad) que se siente con un personaje referencia, ese que entre nuestros semejantes se atreve a dejarse la vida para romper los límites bien vale la reproducción de este artículo de largo recorrido, con casi dos años a sus espaldas cuando escribo estas líneas.

Cuando Gabriel Heinze (Argentina, 1978) suba al estrado en la presentación oficial del Bernabéu, como último eslabón del proyecto de Ramón Calderón hacia lo que el presidente llama "la excelencia en el juego", recordará las palabras del conspicuo Jorge Bernardo Griffa Monferoni. Por debajo de la pompa protocolar, el precio de su fichaje (12,5 millones de euros) y su nuevo sueldo de figura (dos millones limpios), en el cerebro de Henize retumbarán las palabras que lo acompañan desde una noche tensa de 1997. La noche en que recibió una llamada en su habitación de la concentración del Newell's.

Mario Zanabria, su entrenador, le había dicho que se preparara para debutar en Primera. Estaba intentando descansar cuando la campana del teléfono interrumpió su duermevela. Su compañero de cuarto, el ex madridista Ricardo Rocha, levantó el auricular pensando que nadie querría hablar con el jovencito pueblerino que dormía en la otra cama. Se equivocó. "Es para vos, Alemán", le dijo, llamándole por su apodo.

Heinze reconoció la voz inapelable del director de la cantera del Newell's. Era Griffa, que apuntó al corazón: "Alemán, lo felicito porque mañana va a debutar en Primera. Pero nunca se olvide de una cosa: no se complique con la pelota. Porque usted no sabe jugar al fútbol".

Heinze debutó como lateral izquierdo. No le fue mal. Los delanteros del campeonato argentino comprobaron en sus carnes las dificultades de atacar por donde campaba el rubio de Newell's. No sabía conducir el balón, ni tenía buen pie, ni era un pasador destacado. Sus centros eran apenas normales, en las raras ocasiones en que alcanzaba el campo contrario. Pero tenía algo. Algo relacionado con el fuego competitivo. Sabedor de sus enormes limitaciones, Heinze disfrutaba de cada minuto que transcurría en la cancha. Su amor por el oficio era tan grande que defendía a su portero como si fuera su madre. En unos meses con el Newell's se ganó fama de hostigador. De sabueso.

Ramón Martínez recomendó su fichaje al Valladolid en 1998. Entonces, un año después de recibir la primera llamada de Griffa, el chaval recibió la segunda. El viejo técnico -toda una eminencia en el fútbol argentino- no alteró el discurso. "Alemán", le dijo, "lo felicito por su pase a España. Pero no olvide que usted no sabe jugar al fútbol".

Heinze se embarcó hacia Europa con su equipaje y con las palabras de Griffa como patrimonio. Jugó en el Valladolid, sin demasiado éxito, en el Sporting, el Paris Saint Germain, y el Manchester. Él mismo suele autoparodiarse cada vez que recuerda las llamadas de Griffa. Se lo toma con humor.

Fiel a su costumbre, el técnico le sorprendió cuando supo que había entrado en la convocatoria de la selección por primera vez. Al oír la voz, Heinze supo quién era. "Lo felicito por su convocatoria con Argentina", le dijo; "pero no se olvide que usted no sabe jugar al fútbol".

Heinze se abrió paso trabando la mandíbula. Ganó un puñado de títulos: el oro olímpico en Atenas, la Liga inglesa de 2003 y 2007, una Copa de la FA y una Copa de la Liga inglesa. En 2002, alucinados por su fútbol febril, los socios del Manchester no repararon en las limitaciones de El Alemán cuando le votaron mejor jugador del año.

El Madrid le brindó a Heinze una ocasión dorada de librarse del clima opresivo de Old Trafford. El argentino no atravesaba su mejor momento futbolístico. Además, litigaba con Alex Ferguson, su director técnico, y la federación inglesa le había prohibido fichar por el Liverpool. Advertido de sanción, el club que dirige Rafa Benítez no pudo pagar la cláusula de rescisión de diez millones de euros. Lo hizo el Madrid, que, como siempre, superó el precio de mercado. El Madrid puso 12,5 millones y Heinze firmó por cuatro años.

Es la antítesis de Robben. Tampoco se parece a Roberto Carlos, el hombre al que debe reemplazar. Es Heinze. Y Griffa siempre le dijo la verdad.

Los límites del alemán, El País, 23/08/2009. Diego Torres, mostrando la más pura pasión argentina al servicio de El País (y generalmente de la actualidad madridista) durante unas cuantas temporadas ya.

miércoles, 15 de julio de 2009

De batalla en batalla

Era una guerra tan difícil de ganar, que era imposible. Ni siquiera sabía quién era su enemigo. No recibía noticias de donde se producirían los ataques, ni a quien afectarían: por eso, de hecho, la ausencia de noticias ni siquiera podía convertirse en una señal de alivio. Dormía siempre con un ojo abierto, si es que a eso podía llamársele dormir. Y sin embargo, combatió durante toda su vida convencido de su propósito, con una actitud encomiable, enterrando todos y cada uno de los obstáculos que se encontró por el camino. Incluso aquellas ayudas que confundió con obstáculos, dejando claro que era insobornable. Creo que era un héroe. O al menos, yo estoy seguro de ello.