martes, 19 de febrero de 2008

Encontrando la voz en otros

No me malinterpreten: Ya sé que les suenan las historias de jóvenes que sienten que no pueden decir lo que quisieran decir. No, no es exactamente así esto que me sucede. Yo me refiero a algo casi físico, si es que en los sueños existen materias tan insospechadas como la física, cuando uno no puede emitir palabra por mucho que lo intente. Sí, exacto, como en una televisión con el volumen al mínimo, se esconden a veces las palabras de la boca en algunos sueños. Son como duendes que miran a otro lado, como películas donde uno deja de participar activamente y debe recibir los destinos de un subconsicente, malévolo y travieso, que decide por nosotros. Y decide, oh, quitarnos la voz. Y en ese momento se echa de menos ese pequeño foco de libertad, y mejor que hablar uno decide gritar: Pero no es posible, no hay forma de recuperar ni un mínimo hilo de voz: lo más que se puede contemplar es un mundo corriente donde el único cambio es nuestro silencio no elegido. Furia y rabia sin alcanzar su máxima expresión, porque yo no sé ponerme del todo furioso sin la palabra.

Luego se despierta, y no queda casi rastro: Uno se quita dos grados de temperatura de la frente, al menos, suspira por estar un poco (o un mucho) más loco y un mucho (o un poco) menos mudo, y hasta esboza una pequeña sonrisa: Pasarán horas hasta que vuelva a abrir la boca, y durante todo ese tiempo podría asaltarme la duda de saber si sigo sin tener voz o no. Pero tengo una extraña seguridad que me dice que incluso, en el peor de los casos, no será necesario siquiera tener esa voz por la que antes me preocupaba: Despierto siempre puedo echar mano de la voz de los otros. Reflexiono ahora y me digo que a lo mejor podría avisar a otro para que dijera lo que no puedo decir yo por esa pequeña cuestión física: Sería algo así como coger tiza y pizarra, papel y boli, o sangre sobre piel y escribir al mundo qué es lo que quiero (¿debo?) decir. Tal vez sería una solución válida en mis sueños, si ese guionista con gorra que controla todo me dejara introducir modificaciones.

No lo sé, sinceramente. No sé que no sé, y rompo con la escritura anterior, con otras palabras otra organización, otro objetivo aunque no conozca cual. Tengo dudas y poco que decir: Me cuesta que las palabras salgan con sentido de mi, me dan ataques de insinceridad y ahora solo quiero que los demás hablen por mí: No me conozco. Contradicciones. Bueno, esas sí. Otros que hablen por mí mientras yo hablo aquí, escribo sólo, sin casi mirar las letras, escuchándolas en mi cabeza. Miento de nuevo, o no soy exacto: en mi oido se desliza Andrés Calamaro diciendo: "no sé que quiero pero sé lo que no quiero, sé lo que no quiero, y no lo puedo evitar". Acabáramos... tal vez después de todo lo que escriba esté determinado por lo que escucho, lo que escucho por lo que hablo, y lo que hablo sea absurdo y traten de decírmelo de alguna forma los hados en sueños, que lo que no hablo sea precisamente lo que debería decir, escribir, escuhar por todas partes.

Sólo espero tener a mano el mando del televisor en mi próximo sueño, si es que me da tiempo a vivirlo y no sólo a leerlo en diferido. "Yo soy un loco, que se dio cuenta, que el tiempo es muy poco": Sé que no me creerán, pero es lo que dice la siguiente canción de Calamaro: Pueden buscarla si no me creen. Y si es mentira, no me lo tengan en cuenta, últimamente me cuesta distinguir entre sueño y realidad. Que además, me martillea algo por dentro cuando leo un título como éste, "Encontrando la voz en otros", desperdiciado por una noche sin inspiración, y pienso que es un crimen escribirlo aquí y rodearlo de forma tan primitiva.

Seguiré dando vueltas una mica de eternidad. Tal vez un día retome como comenzó esta entrada, o haga una introducción a esta salida: valga, sino, ésta por dos.