sábado, 29 de agosto de 2009

Sin la suma suficiente de delirio...

"Lo peor es que te preguntas de dónde vas a sacar bastantes fuerzas la mañana siguiente para seguir haciendo lo que has hecho la víspera y desde hace ya tanto tiempo, de dónde vas a sacar fuerzas para ese trajinar absurdo, para esos mil proyectos que nunca salen bien, esos intentos por salir de la necesidad agobiante, intentos siempre abortados, y todo ello para acabar convenciéndote una vez más de que el destino es invencible, de que hay que volver a caer al pie de la muralla, todas las noches, con la angustia del día siguiente, cada vez más precario, más sórdido.

Es la edad también que se acerca tal vez, traidora, y nos amenaza con lo peor. Ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar la vida: ahí está. Toda la juventud ha ido a morir al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y adónde ir, fuera, decidme, cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio? La verdad es una agonía ya interminable. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca me he podido matar.

Conque lo mejor era salir a la calle, pequeño suicidio. Cada cual tiene sus modestos dones, su método para conquistar el sueño y jalar. Tenía que dormir para recuperar fuerzas suficientes a fin de ganarme el cocido al día siguiente. Recuperar la energía suficiente para encontrar un currelo mañana y atravesar enseguida, entretanto, el oscuro túnel del sueño. No hay que creer que sea fácil dormirse, una vez que se ha puesto uno a dudar de todo."

Louis Ferdinand Auguste Destouches, más conocido como Luis-Ferdinand Céline.
Viaje al fin de la noche, 1932, Obra Maestra.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cambios de rumbo imprevistos

A veces hay historias absurdas que ilustran más que filosofías unánimemente veneradas. No será este el caso. Pero no puedo dejar de relatarles esta historia. De recordar cómo hace un tiempo se presentó ante mí, y ante un auditorio de respetables dimensiones, una persona que poco podía decir sobre el tema que nos ocupaba. Lucía insignias ganadas en combates muy ajenos a los que nos ocupaban al resto. En resumidas cuentas, desconocía cómo podría haber llegado aquí, pero no por la distancia recorrida, sino por el sentido del camino elegido.

Incapaz de confiar en nadie, dudo que a un habitual le sorprendiera que yo esperara una lección magistral del apoderado. Más bien retozaba inquieto con cada tintineo de las agujas nerviosas de mi Tag Heuer, esperando el segundo justo en que no me pareciera injusto clavarle los puñales de la crítica. Tan sólo una hora después, sin embargo, tuve que torcer el gesto y admitir que no tuve tan claro haber perdido el tiempo. Sólo esta noche puedo confirmar que no lo hice: Acorralado por las circunstancias, ilegitimado por mis actos volátiles, desequilibrando la balanza entre lo correcto y lo incorrecto, me he acordado de cierta parte del discurso de aquel tecnólogo de andares firmes y frases de aspecto bélico. Su secreto no fue solventar su falta de conocimiento en la materia con un derroche de frases enciclopédicas. Fue, tan sólo, tener el atrevimiento de desviarse en un punto del camino, y la valentía para mostrarnos una dosis de filosofía vital que él había extraído de una canción de Fito. Sumergido, pero radiante, he encontrado el recuerdo esta noche. Ni siquiera me planteo si realmente supuso en él tal efecto cómo para incluirlo en su Power Point o simplemente era un recurso coporativo para empatizar con las grandes audiencias porque no está su debate encima de la mesa. Sólo sé que era un hombre convencido, al que nadie pudo reprocharle hablar de algo que no dominaba. Si todo partía en una canción de Fito, entonces tenía intacto su derecho a llegar a cualquier sitio, a cualquier idea, a cualquier conocimiento inviolable. Más aún: Si ha llegado al rescate esta noche, años después de escucharle, ¿quién se atrevería a juzgar lo efectivo de su ponencia? Su decisión salvó, al menos ante mis ojos, el resto del discurso. Y ante el ataque del lector, me sublevo: No me dejo vencer por la filosofía barata de una canción, triturada millones de veces en las radios más comerciales. El triunfo supone introducir un tema que no era el suyo, ni el mío, ni el de la conferencia, ni el esperado, ni uno de los permitidos, como método de enfocar el asunto. Nadie aseguró nunca que lo que ilumina el foco deba contener todos los elementos del juego, que no haya nada a la sombra.

Sabrá el lector tan bien como el autor que la canción aquí carece de importancia, pero es a grandes rasgos el único homenaje posible a la conferencia y a quién la dio voz:
He aprendido en esta vida de lo bueno y de lo malo.
Me he elevado por el cielo y me he arrastrado por el barro.
Más de treinta y cinco años y doscientos diez defectos.
Y he tocado la locura con la punta de los dedos.

Voy mirándome en los charcos,
yo no necesito espejos.
Sé que soy mucho más guapo
cuando no me siento feo

Nunca me han interesado ni el poder ni la fortuna.
Lo que admiro son las flores que crecen en la basura
¿Dónde se han quedado tus sueños? Tienes el alma desnuda.
Después de romper la ola, sólo nos quedó la espuma.

Feo. Fito y Fitipaldis. (Link: http://www.youtube.com/watch?v=ahq_JgGr1cg)
Sospecho que hace tiempo alguien contrató los servicios de un profesional que pasea justo detrás de mi, a una distancia mínima, pisando mis huellas, para hacerlas más visibles. Pero no me importa, yo me siento fuerte. Porque en este momento en que no puedo darte explicaciones enriquecedoras sobre el problema que tenemos entre manos, he entendido lo que sí puedo hacer: Salirme del camino, para escuchar a Fito y a tantos otros, esperando encontrar otras respuestas. Elevar la cabeza, contentándome con mi experiencia actual. Demostrar al mundo que no necesito saber de peces para pescarlos. Que con disfrutar de los cuentos puedo adentrarme en las mayores contiendas. Es lo que tiene, supongo, aprender de lo bueno y de lo malo, elevarse por el cielo y arrastrase por el barro, más de treinta y cinco años. Esta noche voy a jugar al poker, voy a leer a Stendhal y voy a ver thrillers imposibles, para mañana construir soluciones. Como Churchill (i)...

Sino lo tienes claro, sólo debes continuar a la siguiente diapositiva. Pero no me juzgues entonces cuando caiga, unas cuantas veces, por no conocer los caminos.


(i)
(Según un diálogo de la conocida serie Lost, extraido de http://www.frikania.com/?p=353:

Jack Sheppard: So where do we go from here?
James “Sawyer” Ford: I’m working on it.
Jack Sheppard: Really? Because it looked to me like you were reading a book.
James “Sawyer” Ford: I heard once Winston Churchill read a book every night, even during the Blitz. He said it made him think better. It’s how I like to run things. I think. I’m sure that doesn’t mean that much to you, ’cause back when you were calling the shots, you pretty much just reacted. See, you didn’t think, Jack, and as I recall, a lot of people ended up dead.


)