sábado, 18 de diciembre de 2010

Seis canciones llevo sin dejarte de querer...

Hacía demasiado que no ponía una de aquellas canciones que agitan la conciencia sentimental de Viktor. Dado que la entrada con mayor popularidad del blog rendía cuentas con Paco Bello en una canción de este estilo, estoy seguro de contar con vuestra aprobación. Esperemos situar ahora donde se merece a Andrés Suarez con esta melancólica Números cardinales (a pesar de que existe una versión más conocida con Tontxu, creemos que se aprecia más su voz en las versiones en directo del tema). Sólo una puntualización: Si yo le dijera a algún amor imposible que nos quitáramos la ropa y leyéramos, seguramante mandarían detenerme (no sin parte de razón).



Uno fue la luna que dejaste en mi colchón, dos tus ojos.
Tres de cuatro barcos naufragaron en la forma de tus modos.
Cinco las mañanas esperando a que volvieras del trabajo.
Seis canciones llevo sin dejarte de querer y aún no he acabado.
Siete los hoteles que dejamos sin aliento, y menos solos.
Ocho vinos duelen al soñarte, equivocada en brazos de otro.
Nueve teclas grises de un piano de pared desafinado.
Cinco dedos con mis otros cinco te recuerdan demasiado.

Con todo para ti, nada a mi lado.
Si quieres, te ayudo a subir bolsas del mercado
Si quieres, hacemos el verano algo mas largo.
Si quieres, nos quitamos la ropa y leemos algo.
Que la luna siempre llena de tus besos.

Once taxis libres enfadados, mientras tú y yo de la mano.
Doce los reclutas que pasamos por tu campo concentrado.
Trece buena suerte si es que pasas sin maletas por mi barrio.
Y puede que el catorce de febrero se nos junte con los labios.

Con todo para tí nada a mi lado
Si quieres, toda canción de amor lleva tu nombre
Si quieres, decimos a Sabina que nos nombre.
Si quieres, buscamos en el cielo más razones
Que la luna es niña que juega y se esconde.
Si quieres, Si quieres...

Andrés Suarez. Números Cardinales.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Muy de acuerdo

Seguramente esta semana lo fácil sería destacar el discurso de Vargas Llosa (magnífico, por otra parte), pero ya sabéis que aquí preferimos apuntar a dónde los focos no llegan con tanta fuerza. Así que aquí os dejamos una reflexión fantástica que todo escritor se ha planteado alguna vez, compartiendo la conclusión de la escritora:

"E igual que la grandeza de un cuadro no depende de si retrata una batalla naval o una comida campestre, también hay grandísima literatura cuyo sustento no es otro que la vida cotidiana, común y hasta banal, del autor y su entorno". (Laura Freixas)

jueves, 9 de diciembre de 2010

Atrapado en el pasado

Escucho música de hace 15 años (por lo menos). Leo a los clásicos, precisamente esos que eran ya clásicos desde hace mucho. Creo en el cine de Hitchcock y en los grandes que revolucionaron este invento cuando todo se hacía en blanco y negro. Sigo enamorándome de las mismas mujeres (o al menos, del mismo tipo) desde que era un adolescente.

Tiene delito que, tan anclado en el pasado, haya acabado tirando a la basura el resto del pan de molde por estar caducado desde ayer. Con tan pocos miramientos se me habrían acabado las excusas ante cualquier editor para continuar escribiendo aquí.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Confusiones y pareceres

Cuando salía, las rocas me parecían gatos que se escondían.
Cuando volvía, confundía el atardecer con rocas incendiando el día.
Cuando doblaba las esquinas, confundía las sombras con reuniones clandestinas.
Cuando me perdía, los miedos me provocaban a la par ataques de pánico y fantasía.

Y ahora te pregunto y suspiro... ¿Como pretendías, con este trajín de confusiones, día a día, que no confundiera tus palabras con caricias, y tu mirada cómplice con una pasión desenfrenada como la que yo sentía?

viernes, 14 de mayo de 2010

Silencio cómodo...

La mujer de la foto sonreía de una manera única, singularmente emocionada. Sus ojos brillantes, sin embargo, denotaban haber llorado poco antes. Y su expresión no disimulaba una fatiga extrema. A la derecha un muchacho frágil, recién licenciado, lucía el birrete sobre su cabeza descubierta, orgulloso de provocar tal alegría en su madre. Tardé dos semanas en descifrar la foto: El tiempo exacto que tardaron en anunciarme la muerte de mi compañero de graduación, Marcos, tras duros meses de quimioterapia y cuando ya estaba a punto de recuperarse. Siempre fue un chico muy callado, y yo nunca pregunté.

sábado, 30 de enero de 2010

Difícil decisión

La respiración entrecortada se correspondía con los nueve grados bajo cero que inundaban la plaza roja. También, por supuesto, con la relevancia vital del momento. Las sillas dispuestas en círculo, no más de una docena, y los discursos aprendidos eran la única señal de que lo que allí ocurría estaba planeado desde hacía meses. En ese momento recitaba su carta Muntaner, un chico rubio de orígenes chipriotas, con visible emoción:

"No fue mi elección convertirme en un delincuente, como no fue elección mía que se murieran mis padres cuando sólo contaba con once años y una hermana que cuidar. Aprendí a sobrevivir de la chatarra sin complicaciones. Más pronto que tarde pasé al robo de vehículos. Conociendo a la gente adecuada, quizá la más inadecuada de todas, comencé a labrarme una carrera. No había salvación posible para mi, pero me empeñé en devolver al mundo lo que le quitaba con mis pequeños delitos: Pagaba el mejor colegio de la ciudad a mi hermana, acudía los domingos con lo que podía a ayudar al centro de menores abandonados, nunca probé una droga. Una vez escuché que se referían a mi como un auténtico gentleman de los suburbios. Seguramente fue un subterfugio muy simple éste para impresionarles a ustedes, tan acostumbrados a las cimas y los valles de la vida, pero a mi en ese momento me sirvió para olvidarme de mis obligaciones con Dios y con mi ética. Hasa que un día, todo se vino abajo: Fui condenado a tres años de prisión cuando apenas fui mayor de edad. Perdí el control sobre lo que pasaba más allá de los barrotes de mi celda. Y cuando tuve noticias, fueron terribles: Mis compañeros de fatiga se repartieron mis ahorros. Mi hermana se dedicaba a la prostitución para ganarse la vida. Mis únicas creencias se desvanecieron cuando me contaron que el cura Monseñor Romero había dejado la vicaria por falta de Fé. Y dos meses después, mi hermana fallecía a manos de un loco. Todo derrumbado de nuevo. Busqué un plan B: No existía. Supe ese mismo día que mi proyecto de vida había acabado. Nunca fui un luchador, todo lo que hice desde los once años fue instintivo. Así que entonces decidí seguir mi instino una vez más y dar todo por concluido. Mis últimos meses han sido una tortura psicológica infame, por inútil, un fluir de sangre mecánico, por no deseado, y un suspense apagado, por resultar el destino final inevitable. Hoy me despido sin poderles dar un ejemplo de existencia, sin poderles asegurar que me espere algo parecido a la salvación al otro lado, pero con la confianza de que no me juzguen y aprueben lo que voy a hacer estando ustedes en la misma situación."

Muntaner fue a la mesa y tomó el revólver. Segundos después, sólo quedaban siete personas en la plaza. Los aplausos, no más de diez segundos, y no demasiado sonoros, fueron su único velatorio hasta que el equipo de exhumación se llevó el cuerpo y dejó al resto de supervivientes mirándose entre sí en la plaza, inquietos por tomar la palabra. Sólo uno más se iría esta noche. El resto tendría que aguardar a la siguiente cita en Brasil. Así estaba acordado.

sábado, 16 de enero de 2010

Amores enredados

Matías se levanta antes de la cama y actualiza su estado en Twitter antes de preparar un desayuno para ambos:

Utopías marchitas por fin. Cuerpos fundidos. Rosas. Pasión.

Virginia sale después de su habitación para nunca volver. Una tostada y dos besos que no saben aún de su transcendencia. Tres días después Matías sufre al perder su alma gemela recibiendo un email. Apenas tiene fuerzas para elegir nuevas palabras y escribe en Twitter:

Rosas marchitas. Pasión fundida. Utopías. Fin.