sábado, 14 de marzo de 2009

Soñando sin billete...

Me figuro que los grafólogos serán personas de lo más minuciosas: Tienen que analizar cada matiz de tu escritura, cuando no solo de tu firma, para conseguir una descripción exacta sobre tus miedos, tus deseos y todo lo que rodee a tu personalidad inherente. Ambicioso objetivo que merece mi admiración, supongo, si es que alguno puede acertar. Este pensamiento, por otra parte sin mayor importancia, ha llegado a mí acompañado de otro pensamiento, quizá incluso con menor importancia (salvo que usted sea grafólogo), que era el temor de que los grafólogos, con cada vez más textos escritos por ordenador, se queden sin trabajo.
Perdonen mi poca concentración hoy y mis ganas de dar vueltas, porque ninguno de estos dos pensamientos muestran el motivo por el que ha llegado la figura del grafólogo a estas páginas. La razón, tendría que explicarles, se ha fraguado segundos después de decidir el título de esta entrada, al darme cuenta de que seguramente ningún grafólogo que se preciara admitiría el título de esta entrada como obra de Viktor Faccuy. Dirían, con mucha razón, que este título no se ajusta con el resto, que no sigue la estética general, y que este título solo puede ser obra de un adolescente enamorado replicando algún fragmento de canción pop-rock reciente. Y yo les diría que efectivamente. No que efectivamente me haya convertido en un adolescente enamorado, por supuesto (disculpen también la indolencia con los enamorados, son vicios del pasado), pero sí diría que estoy en búsqueda de nuevas metáforas, y en esa búsqueda me he concedido permiso para inundarme de vitalismo, optimismo, e incluso para poder vivir un derroche de buenos sentimientos y una cuota alta de deliciosa cursilería. Voy a intentar soñar, aunque sea para concluir que los sueños no tengan sentido. Y voy a hacerlo sin billete y sin licencia, porque estás páginas no nacieron para tan nobles objetivos.
Sólo queda una disposición futura: Hace muchos años elegí unos principios, en los que basé una existencia; ahora debo descubrir que habría pasado de elegir otros principios, y vivir aunque sea en la imaginación el resto de existencias olvidadas. Eventualmente, y con mayor fuerza, las que considerara más absurdas. Aunque en el fondo, si lo pienso bien, sólo me faltó soñar, y nunca fue por falta de ganas, si acaso por pereza intelectual. Pero nunca he ido con billete por la vida. Así que ya les explicaré lo que descubro por el camino, pero sospecho que incluso mi vena vitalista se parecerá demasiado a mi existencia basada en el absurdo.

No hay comentarios: