domingo, 18 de octubre de 2009

A vueltas con los focos

A veces nos negamos a admitir las derrotas, incluso aquellos que hacemos de la derrota y el fracaso un ideal de vida. Vagamos por ahi con la sensación de que todo lo corriente, cada pequeño acto, será una nueva decepción que añadir a nuestro baúl una vez que acabe al día. Nos creemos animales inadaptados ante las convenciones más formales. Pero hay algo que no soportamos: perder en algo que consideramos nuestro campo de batalla, nuestra identidad. Estoy seguro de que Sabina no se toma en serio las críticas de los que afirman que no sabe cantar. Él mismo no tiene reparos en admitir esa derrota que supone su voz gastada por excesos y defectos. Pero si algún día Sabina se encontrara de frente con la verdad, y la verdad le dijera que nada de lo que ha escrito vale diez centavos, sufriría una crisis de ego realmente seria. Porque es esa virtud la que condona la deuda de sus mil y un defectos. Porque tiene una parte de sí que es, sencillamente, intocable.

Yo he buscado en ciertas excusas la razón de mis pequeños fracasos. He explicado algunos, he justificado otros, y a la mayoría los he calificado de inevitables para conseguir llegar al final del camino en plenitud y con la lucidez necesaria. No he tenido problema en decir que en seis o siete millones de cosas me cambiaría por uno u otro. Me he arepentido de muchos de mis actos. He saboreado más veces la hiel y la cal que ningún manjar, aún a riesgo de envenenarme con alguno. Pero se me va acabando el tiempo, y con él la esencia de credibilidad, para encontrar razones por las que no me ilumina el foco. Caí de forma peligrosa en la rutina de repetir esquemas: Aposté por dejar caer al mar meses de creación, confiado en demostrar que todo lo anterior era inmejorable. ¿Quién podría tumbar mi verdad intocable?

Pero el foco no llega. Y Sabina últimamente no escribe nada decente. No es por nada Sabina, pero a los dos nos cerca el peligro. Yo empiezo a dudar de todo. Y cuando digo de todo no digo de ese todo en el que no me importaba salir derrotado por goleada. Mientras tanto, retomo enfoques inacabados y me hierve algo más de escritura desenfocada.

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