jueves, 18 de septiembre de 2008

Entre 2 latidos: Tenacidad y compromiso

Viktor ocupado y surcando la sonoridad de las grandes palabras. Palabras que quieren ser escuchadas, y por ello Viktor las repite más allá de que tengan que ver consigo mismo. Trata de no mentir sobre sí mismo, pero a su vez entiende que nadie busca sus preocupaciones. Respirando fuerte, acompasando nuevas palabras con eventos rutinarios, golpes maestros guiados por su corazón. Tras cada latido, cada nuevo sonido puntual, esperado, impenitente, se provoca un suspiro 1 segundo después al no saberse el último y encuentra una nueva palabra. Comienza a fijarse incluso en los poemas breves del Metro, y descubre sorprendido descripciones exactas a sus anteriores búsquedas. Cuando uno se olvida de buscar, suelen suceder estas cosas: Un fragmento de realismo muy unido al mundo interior de Viktor sale a la luz.


Para que yo me llame Ángel González

(...)
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

Ángel González. Para que yo me llame Ángel González. (Enlace a poema completo).
Áspero Mundo. Madrid. 1956.

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