Cuando salía, las rocas me parecían gatos que se escondían.
Cuando volvía, confundía el atardecer con rocas incendiando el día.
Cuando doblaba las esquinas, confundía las sombras con reuniones clandestinas.
Cuando me perdía, los miedos me provocaban a la par ataques de pánico y fantasía.
Y ahora te pregunto y suspiro... ¿Como pretendías, con este trajín de confusiones, día a día, que no confundiera tus palabras con caricias, y tu mirada cómplice con una pasión desenfrenada como la que yo sentía?
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