Sabía que le hacía daño respirar, pero no podía dejar de hacerlo. Asfixiado y abatido, no duraba más que unos segundos cuando trataba de buscar alivio expulsando el aire de sí mismo. Se decía sollozando: No puedo, no puedo... ¡No puedo! Y cada vez que repetía puedo lo hacía con más fuerza, escupiendo el puedo sobre el quiero, como si se refiriera a algún momento pasado donde mintiera sobre lo que no podía hacer.
Afortunadamente no todas las veces era así de duro: Ni siquiera era algo estrictamente temporal. Por supuesto que al inicio de su enfermedad, cuando de sus toses no salía sangre ni de sus manos un calor abrasivo, las cosas fueron mucho más fáciles de llevar. Pero actualmente no estaba en su peor momento, y si bien se encontraba en una mala racha, sabía que con el paso de los minutos las sensaciones mejorarían, podría incluso vivir y no solo sobrevivir. Podría dejar de decir que no podía.
Pero se acercaba un momento más terrible todavía: El instante en que con una hemorragia de sangre invisible, hecha más de lágrimas que de glóbulos rojos, dijera que no quería. Solo un golpe de suerte, no merecido por otra parte, podría cambiar este presentimiento. Un golpe de autoridad...
Afortunadamente no todas las veces era así de duro: Ni siquiera era algo estrictamente temporal. Por supuesto que al inicio de su enfermedad, cuando de sus toses no salía sangre ni de sus manos un calor abrasivo, las cosas fueron mucho más fáciles de llevar. Pero actualmente no estaba en su peor momento, y si bien se encontraba en una mala racha, sabía que con el paso de los minutos las sensaciones mejorarían, podría incluso vivir y no solo sobrevivir. Podría dejar de decir que no podía.
Pero se acercaba un momento más terrible todavía: El instante en que con una hemorragia de sangre invisible, hecha más de lágrimas que de glóbulos rojos, dijera que no quería. Solo un golpe de suerte, no merecido por otra parte, podría cambiar este presentimiento. Un golpe de autoridad...
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